Somos el resultado de por lo que hemos vivido, y este bonsái es la viva imagen de que el tiempo no es impedimento ni para unos de los productos más pequeños de la naturaleza y la humanidad, juntos. Plantado en 1925, y con unos 391 años, aún sigue creciendo este pequeño árbol. Y este mismo árbol fue entregado en forma de obsequio a Estados Unidos por el mismo Masaru Yamaki, en 1976.

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Masaru Yamaki, fue uno de los sobrevivientes a la caída de la bomba apodada “Little Boy” que impacto sobre la ciudad de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. La casa de aquel entonces, de la familia Yamaki se encontraba a solo 3 km de donde detonó la bomba. Aunque se sabe que las perdidas ese día fueron inmensas para la nación de Japón (luego dado el caso de Nagasaki, 3 días después, con alto número de pérdidas humanas también), la familia Yamaki pudo sobrevivir a dicho evento, junto a sus árboles bonsái.

Ahora, la historia que cubre el evento vivido, habla sobre de este árbol, el más longevo y que paso por generaciones de la familia Yamaki hasta el día en que fue dado por el mismo señor de familia, a la antigua nación enemiga de Japón, para que esta lo incluyera como ejemplar de colección del Museo Nacional del Bonsái y Peijing, ubicado en el Arboreto Nacional de Estados Unidos, en Washington D.C.

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Pero esta historia no sería dada a conocer, sino hasta 25 años después, por la visita no esperada de los nietos de Masaru Yamaki (Shigery y Akira Yamaki), en el 2001, quienes habían ido en búsqueda del bonsái del que habían escuchado tantas historias, pero que no habían llegado a ver hasta ese momento.

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Existen historias que son opacadas por otras, pero son los secretos mejor guardados de estas historias los que nos hacen dar cuenta de lo que jamás nos pudimos haber imaginado. Desde aquel entonces, la historia de un obsequio que se creía, que era por motivo al bicentenario de Estados Unidos, ahora se puede ver la verdad oculta en este, un símbolo de paz dado en silencio por el mismo Masaru Yamaki.

«Me parece increíble que Masaru Yamaki pudiese dar un bonsái que no tiene precio, básicamente, a su enemigo y no decir una palabra al respecto», dijo el presidente de la Fundación Nacional de Bonsai, Felix Laughlin. «Me emociono sólo hablar de ello.»

 
¿Qué piensas sobre la historia que ocultó este obsequio?