Hace algunos meses una ballena jorobada fue encontrada en las playas del estado de Washington, en Estados Unidos. Lamentablemente no se trataba de un caso aislado, ya que en los últimos años también han ocurrido hechos similares en otros lugares como California y Australia.

La gente no necesita el krill, pero los océanos sí

 

Los científicos han descubierto que la gran razón detrás de estos sucesos es la desnutrición que sufren las ballenas. ¿Y por qué ocurre esto? Pues para averiguar la respuesta tenemos que irnos, literalmente, a los confines de la Tierra.

En las heladas aguas del océano Antártico, un lugar de gran belleza, vive un pequeño crustáceo conocido como el krill. Estos animalitos, que apenas miden unos pocos centímetros de largo, son uno de los eslabones más importantes de la cadena alimenticia marina y por lo tanto una parte fundamental del ecosistema marino. Su desaparición daría lugar a un desastre ecológico sin precedentes.

Los krills resultan ser uno de los principales alimentos de las ballenas jorobadas. Una ballena de estas puede consumir hasta 4 toneladas de krill al día. La temporadas de alimentación de estas ballenas dura solo un par de meses, y durante ese tiempo tienen que acumular grasa suficiente para sobrevivir a su gran viaje migratorio.

Nadie está seguro de cuánto krill hay ahí fuera, pero se estima que su población ha caído en un 80% desde mediados de los 70’s, y por supuesto la mano del hombre no es ajena el conflicto.

Muchas compañías utilizan al krill para crear potentes complementos de omega-3 y también para manufacturar el conocido aceite de krill. Lo cierto es que se trata de dos productos que la gente realmente no necesita, de hecho es posible obtener vastas cantidades de omega-3 a partir de otras fuentes y evitar así participar en forma indirecta en esta gran cadena de sucesos. Como decíamos en el título, las personas no necesitamos krill, pero los océanos sí.